sábado, 7 de mayo de 2011

El teatro de la vida

Cuando vivimos lejos de nuestro país tendemos a idealizarlo o a denigrarlo. Muy raramente mantenemos un punto de vista objetivo.

Cuando dejé Panamá, hace cerca de veinticinco años, me llevé una carga de emociones negativas, que comencé a evacuar solamente gracias a la escritura.

Este relato, escrito hace cerca de diez años, es un esbozo de la visión que yo tenía de mi terruño cuando llegué al Viejo Mundo.

La mujer que escoge la vida fácil, el ladronzuelo de buena o mala pinta, así como el borracho que se pasea por las vetustas calles tarareando sus penas o sus alegrías no eran más que grises pinceladas en el triste cuadro de mi pasado.

Hace algunos días visité el Casco Antiguo de Panamá, barrio del que me inspiré para escribir esta historia. Las mismas construcciones, casas de estilo colonial y calles de ladrillo, ya no me parecen carcomidas por el cáncer de la suciedad. La sonrisa de la mujer que, parada en una esquina saluda a los pasantes ya no me parece demasiado abierta. El guapo que camina con su paso mitad marcha mitad danza, o el borracho que silabea incoherencias ya no me parecen amenazadores.

El escenario y los actores son los mismos pero mi punto de vista ha cambiado. Hoy soy conciente de que los dramas humanos son necesarios para realizar una buena pieza de teatro.

Leer relato